Autor: Jordi Besora | Fecha: 05/2016
EN CUALQUIER SITUACIÓN PODEMOS ESCOGER. SIEMPRE PODEMOS ESCOGER, … A PESAR DE QUE NO ACTUAMOS SIEMPRE DE ACUERDO CON ESTA PREMISA
Decimos “tengo que ir a trabajar”, “tengo que irme a las cinco”, “tengo que ir a buscar los niños a la escuela cuando salga del trabajo”, “que tengo que acabar un informe”. Siempre “tengo que”. ¿Es obligatorio o lo escogemos? No es tan obvio como parece. El lenguaje no es nunca inocente. Estoy convencido que el lenguaje crea realidad, y cada vez que de nuestra mente y de nuestra boca sale uno “tengo que” se laminan unos gramos de nuestra autoestima.
Me sorprendo por dentro cada vez que escucho que alguien en el trabajo me dice que “no ha podido” acabar una tarea por falta de tiempo, o que ha ido muy agobiado y “no se ha podido” mirar todavía aquel informe. Yo pienso: “Qué hacías hoy a las 5 de la mañana?”. Di que no te lo has mirado, directamente, o bien que tienes pendiente de mirártelo, pero no te muestres como una víctima del sistema diciendo que no has podido, porque al final te acabas creyendo que eres prisionero de las circunstancias, y no es verdad.
Cada vez que respondemos con un “es que…”, con un “no puedo”, o bien con un “tengo que”, nos estamos haciendo “pequeños” mental y físicamente. Si queremos crecer en autoestima, en responsabilidad, en libertad personal y profesional, hablemos en consecuencia, porque si no, tampoco actuaremos en consecuencia.
Estamos donde queremos (siempre), y hacemos lo qué hacemos en cada momento, porque lo queremos. La época de la esclavitud ya se acabó hace tiempo. Si ahora estás leyendo este blog es porque quieres, y si no lo estás leyendo, también. Dejémonos de excusas. Hay dos maneras de enfocar cualquier situación: como víctima, o como responsable. Cada cual elige y actúa en consecuencia, y obtiene los resultados coherentes con su enfoque. Del resentimiento, al perdón. De la queja, al reclamo. ¿Del “no hacer”, al “para que lo hago?”. De la resignación, a la serena ambición. De la acción, a la reacción. Del problema, al reto. De la tolerancia, a la aceptación (verdad que no es el mismo decirle a la pareja “te tolero” que “te acepto”). De la suposición, a la petición de feedback. De la pasividad, a la proactividad. Del exterior, al interior. De los otros, a uno mismo. De seguir al rebaño, a coger el camino menos transitado… De Víctima, a responsable.
Stephen Covey afirma que en cualquier circunstancia de la vida en la cual participamos, estamos rodeados de dos círculos concéntricos y nosotros estamos en su punto central: el Círculo de Influencia (CI) y el Círculo de Preocupación (CP). Aquello que depende de mí, y aquello que no. El Círculo de Influencia, que es el que nos queda más cercano y en el cual inicialmente estamos, incluye todas aquellas actuaciones o decisiones que nos importan y que dependen exclusivamente de nosotros: qué haremos en el siguiente minuto, que diremos en la reunión de esta tarde, como encararemos la visita de mañana a casa del cliente, etc. A veces es un círculo pequeño, pero nunca es inexistente.
El Círculo de Preocupación incluye todas aquellas actuaciones o decisiones que también nos importan pero que no dependen completamente de nosotros. Generalmente el CP es mucho más grande y abocamos muchos de nuestros pensamientos y anhelos: las decisiones de compra de nuestros clientes, la evolución del mercado, la situación económica general, la opinión de nuestros colaboradores, etc. ¿Qué porcentaje de nuestros pensamientos diarios está en cada uno de los círculos? La responsabilidad es centrarse únicamente en las posibilidades que dependen de uno mismo: es vivir mentalmente en el CI. El gran secreto es que, cuando uno dedica sus esfuerzos en el CI, este va expandiéndose como por arte de magia, y cada vez es más grande y puede llegar a igualarse al CP. Sería el mismo símil que “ocuparse” o “preocuparse”. Depende de nosotros, y nunca mejor dicho. Entrenémonos a identificar si cada pensamiento que tenemos pertenece al Círculo de Influencia o al Círculo de Preocupación.
Si las cosas en algunos momentos no os van bien, ya sea en medio de una reunión, o bien en nuestra relación con los compañeros de trabajo o con nuestro superior jerárquico y estamos realmente comprometidos a enderezar esta situación, no es útil preocuparse por lo que hacen o no hacen los otros: Hagámoslo, aunque sea un pequeño paso, que quizás parezca insignificante o poco útil, pero hagámoslo. Después de los primeros diez segundos, aplicamos la regla en los diez segundos siguientes, y así sucesivamente. Damos el máximo de nosotros mismos en la siguiente cosa inmediata que hacemos, sin pensar en la aparente poca incidencia que pueda tener sobre el resultado final. De esto se dice estar en el Círculo de Influencia. De esto se dice concentración. De esto se dice responsabilidad. La responsabilidad es la virtud de las virtudes, la herramienta más poderosa que podemos usar, la clave maestra que abre todas las puertas.
«El destino remueve las cartas, pero nosotros las jugamos»
Arthur Schopenhauer