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Autor: José María López | Fecha: 02/2017

Los resultados nos rodean en nuestra vida cotidiana y forman parte de nosotros como individuos, al nacer nos convertimos en un resultado y durante el transcurso de nuestra vida y en cualquier ámbito, académico, social, familiar, laboral, emocional, etc., se nos mide, evalúa, incluso se nos valora por nuestros resultados.

Entonces, si tenemos el concepto “resultado” tan integrado y valoramos su importancia, ¿qué hace que no siempre obtengamos los resultados deseados? O, ¿Por qué todo el mundo no valora de la misma forma el mismo resultado?

Si el resultado es la consecuencia de un hecho, el propósito que definimos antes de iniciar la acción, lo denominamos objetivo. Es, por lo tanto, sobre el objetivo donde primero tenemos que actuar para que el gap (diferencia) entre objetivo y resultado sea el mínimo posible.

Podemos agrupar los objetivos en dos tipologías según su nivel de detalle:

  • El objetivo general:normalmente se definen como objetivos más globales sin especificaciones, donde el protagonismo recae sobre la acción y el hecho de ejecutarla comporta el logro del objetivo (p.ej. finalizar el proyecto nº 1234, implantar un nuevo sistema informático, obtener un reconocimiento / certificación / sello, etc.)
  • El objetivo SMART:SMART es el acrónimo de Specific (Específico), Measurable (Medible), Attainable (Alcanzable), Relevant (Relevante) y Time Based (a Tiempo).
  • Específico:el objetivo tiene que ser lo más concreto posible, cualquier persona tiene que entender qué se quiere conseguir.
  • Medible:el objetivo tiene que ser cuantificable, tiene que permitir la vinculación de un indicador o variable que permita valorar su eficacia.
  • Alcanzable:el objetivo tiene que ser ambicioso pero razonable, que se considere un reto pero dentro de nuestras posibilidades.
  • Relevante:el objetivo tiene que ser importante para el grupo de interés al que se dirige, afecta o se relaciona con el resultado que se quiere lograr.
  • ATiempo: el objetivo tiene que estar limitado en el tiempo, se requiere definir el “cuando” para valorar el logro.

El logro de un objetivo SMART no depende sólo de la ejecución de la acción, sino que, además, requiere el cumplimiento de las condiciones definidas (p.ej. reducir a la mitad el número de llagas por presión en 4 meses, programar visitas a consultas externas en menos de una semana desde la derivación para el próximo trimestre, mejorar en un 20% el volumen de ventas antes de 6 meses, etc.).

El lector puede pensar que la clave es definir siempre un objetivo SMART para conseguir el éxito en sus propósitos personales o profesionales, pero no es necesariamente una condición “sine qua non”, en ocasiones puede ser incluso excesivo o sobredimensionado sobre el resultado esperado. Es cierto que un mayor detalle puede ayudar a definir mejor el camino que hay que transcurrir desde que definimos un propósito hasta que obtenemos un resultado. El momento de madurez de la organización, las características del resultado, las necesidades y expectativas del grupo de interés al qué nos dirigimos, o los medios disponibles para medir el objetivo pueden condicionar la elección.

Uno de los princi pales problemas que se observan en las organizaciones es la utilización de objetivos generales por defecto, y es que la definición de un objetivo general es más sencilla y, en definitiva, con un menor grado de compromiso con el resultado. Un compromiso que marcará el grado de exposición del responsable o responsables a la hora de valorar el resultado.

Estos casos son evidentes cuando el objetivo se describe con verbos como mejorar, aumentar, reducir, etc., habituales para definir objetivos SMART y de baja precisión para evaluar objetivos generales.

Ejemplo 1:

  • Objetivo general: Mejorar la adherencia al tratamiento farmacológico de los pacientes mayores de 65 años.
  • Objetivo SMART: Mejorar la adherencia al tratamiento farmacológico, pasando del 60% al 85% de los casos, en pacientes mayores de 65 años durante el primer mes de tratamiento.

Ejemplo 2:

  • Objetivo general: Aumentar el número de cirugías diarias programadas.
  • Objetivo SMART: Aumentar de 3 a 6 cirugías diarias programadas para el servicio de oftalmología para el segundo semestre del año.

Ejemplo 3:

  • Objetivo general: Reducir las heteroagresiones en la unidad de hospitalización.
  • Objetivo SMART: Reducir un 30% el índice de heteroagresiones en la unidad de hospitalización en 3 meses.

Los objetivos, generales o SMART, por sí solos no son garantía de éxito, pero son el primer paso para diseñar nuestro plan de acciones y focalizar a nuestro equipo. ¿Quieres resultados? ¡Ponte objetivos!